PAUTAS PARA RECUPERAR Y MANTENER LA SALUD

“La salud es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los médicos”

Voltaire

La salud es un concepto más amplio que la ausencia de enfermedad y desde luego mucho más complejo que lo que la bioquímica puede explicar. Sólo podríamos entender por un individuo sano aquél que no padece males físicos y además vive sus pensamientos y emociones en plena armonía, sintiéndose uno con la vida desde lo más íntimo de su conciencia.

No es lo habitual encontrar personas sanas a estos niveles de exigencia, sin embargo, debería ser lo normal. El hombre para enfermar ha tenido que alejarse de lo que es en esencia y de las leyes que lo rigen dentro de la Naturaleza a la que pertenece.

El ser humano está formado por un cuerpo físico y éste es la máquina que alberga lo más valioso que tenemos, el alma.

El nuevo paradigma científico contempla al hombre bajo fundamentos que relacionan el cuerpo con la mente, las emociones y el espíritu, es decir, bajo la óptica de un enfoque integral. Este concepto del ser humano implica un nuevo lenguaje en la concepción de la salud y la interpretación de la enfermedad, que es algo que va más allá que las meras alteraciones fisiológicas.

Habitualmente encontramos razones exógenas (virus, bacterias) o endógenas (inflamación, fiebre) para justificar cualquier enfermedad. A menudo entendemos estos procesos con matices de injusticia o incomprensión, de castigo o mala suerte, pero en realidad nuestro estado de salud depende mucho más de nosotros de lo que creemos. Somos dueños y responsables de nuestras vidas y nuestro estado de salud es la consecuencia de la actitud y los hábitos con los que nos enfrentamos a la vida.

Se sabe que los estados de felicidad y alegría así como las actitudes positivas producen un fortalecimiento de nuestro sistema de defensa mientras que el pesimismo, la depresión o la angustia provocan inmunosupresión. Esto tendrá una repercusión directa sobre las posibilidades de desarrollar otras enfermedades físicas que nunca relacionaríamos con nuestro estado anímico.

La salud es esa línea sutil que une nuestros sentimientos con nuestros pensamientos y con nuestros actos; cuando mente y emoción están enlazados y actuamos desde la conciencia, la semilla de la enfermedad no puede germinar en nosotros porque no existe el conflicto que la alimenta.

Los cuidados del cuerpo y el respeto por éste, mediante la alimentación, el ejercicio, el descanso adecuado, la respiración y los hábitos saludables de vida, los pensamientos no contaminados y las emociones ordenadas nos ayudarán a mantener la máquina física en la forma óptima.

El hombre actual vive un momento único en la historia de la humanidad. La alimentación y forma de vida de cualquiera de nuestras generaciones anteriores ha sido muy similar. Durante siglos y siglos el hombre se ha nutrido con alimentos de la tierra, en la temporada que los daba la naturaleza y tenían trabajos físicos que nada tenían que ver con el sedentarismo actual.

El hombre de la era moderna consume abundantes aditivos químicos, que no han existido nunca en la alimentación humana, además de alimentos transgénicos, grasas hidrogenadas, alimentos refinados y desnaturalizados y un largo etcétera que inevitablemente tiene que dejar una huella en su estado vital.

Los conflictos psíquicos y emocionales generan por lo general estrés y ansiedad y suelen llevar a un exceso de comida y de alcohol, lo que unido a la falta de ejercicio termina llevando a cualquier organismo al estancamiento, a generar alteraciones funcionales y una gran acumulación de sustancias tóxicas y posteriormente a producir daños orgánicos y estructurales.

Sabemos que nuestra mente es un arma de doble filo y que tanto puede destruirnos como curarnos. Sólo depende de cómo adiestremos o condicionemos nuestros pensamientos para crear patrones mentales destructivos o constructivos. Además, de la actitud con la que afrontemos nuestros problemas de salud dependerá que ello redunde en un beneficio para nuestro crecimiento como seres en evolución o que la experiencia se limite a formar parte del sufrimiento de la inconsciencia.

Es necesario comprender que el aprendizaje del ser humano no finaliza en una determinada etapa sino que es algo consustancial y termina al mismo tiempo que la vida. En consecuencia, sólo estamos limitados por nuestro grado de consciencia, lo que implica que en la medida en que ampliemos ésta se ampliarán también nuestros propios límites. Y es que el desconocimiento de nosotros mismos nos hace víctimas de la enfermedad y de la infelicidad.

Cuando durante un proceso de enfermedad la persona logra encontrar esa armonía física, mental y espiritual, se observa no solamente la recuperación de la salud sino una transformación interior que le lleva a una nueva escala de valores, un nuevo espíritu de integración, una mayor autorresponsabilidad, un sentimiento de libertad e independencia, de trascendencia, que conduce a relativizar mucho más los aconteceres de la vida cotidiana y nace así un deseo de que el amor y la armonía formen parte de su vida.

En definitiva, la salud es un término que debe entenderse en toda su magnitud, donde cuerpo, mente, emoción y espíritu forman los ángulos geométricos que dan lugar a este tan preciado y escaso tesoro en estos tiempos de alejamiento de nosotros mismos.