AUTISMO, una interrogante ¿Sin respuesta?

“La gente es alimentada por la industria de los alimentos que no le presta atención a la salud, y es tratada por la industria de la salud que no le presta atención a los alimentos”

(Wendell Berry)

 

El autismo es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por alteración social, comunicativa (tanto verbal como no verbal) y comportamiento restringido y repetitivo. Normalmente los padres perciben estas características en los primeros años de vida de su hijo.

Este trastorno infantil suele darse con mayor incidencia en niños que en niñas con una relación 4:1, y se presenta en todo el mundo sin importar etnia o raza. En los últimos años su frecuencia ha sufrido una gran aumento que suele atribuirse a las estrategias de identificación temprana, aunque las escandalosas cifras de crecimiento de este trastorno difícilmente son justificables exclusivamente con el diagnóstico precoz.

No obstante, ya que actualmente existen mejores herramientas de diagnóstico y el autismo es un trastorno en principio incurable, tendría que haber miles de adultos de 50 o 60 años que deberían estar diagnosticándose ahora ya que no fueron diagnosticados en su infancia y sin embargo no existe una epidemia de personas autistas diagnosticadas en la edad adulta como está ocurriendo en niños.

Desde 1980 la incidencia del trastorno del espectro Autista (TEA) está creciendo exponencialmente. En 1950 había 1 caso por cada 10.000 niños y según datos del CDC de Atlanta (EEUU) las últimas referencias de 2011 apuntan a 1 por cada 45 niños. Y además el TDA-H (déficit de atención con o sin hiperactividad) ya se presenta en el 10% de los niños.

No hay casos descritos antes del s.XX, en 1938-1943 el Dr Kanner describe los 11 primeros casos (de los cuales 6 niños tenían problemas intestinales y 5 problemas rinofaríngeos). Aunque existe un componente genético este no puede justificar una incidencia tan grande ya que la genética es sólo un predisponente. Los investigadores han encontrado que el autismo involucra el gen HOXA1. El HOXA1 juega un papel crítico en el desarrollo de estructuras importantes del cerebro, los nervios craneales, el oído y el esqueleto de la cabeza y el cuello. Algunos análisis hablan hasta de 12 genes involucrados en este trastorno.

La  epigenética, sin embargo, estudia los cambios heredables en la función génica que se producen sin un cambio en la secuencia de bases del ADN. Es decir, cómo los factores alimentarios y medioambientales prenatales o postnatales determinan la activación del gen y con ello el desarrollo de la enfermedad y el aumento exponencial de la misma.

La gráfica de incidencia en los últimos años es la siguiente:

Datos de prevalencia en los EEUU según CDC (Centers for Disease Control and Prevention)

 

Posibles causas o factores concomitantes:

La etiología del autismo es desconocida. La investigación científica sobre las posibles causas está abierta a la especulación. Aunque no se incluye en los criterios diagnósticos ha habido numerosos informes que describen los síntomas gastrointestinales en niños con autismo. De hecho el propio Asperger sugiere una posible relación entre la enfermedad celíaca y el autismo en 1961.

Goodwin señaló malabsorción en niños autistas en 1971, y Walker-Smith y Andrews encontraron bajos niveles de α-1-antitripsina en los niños con autismo y una posible enfermedad celíaca en 1972, hay un 20% de niños autistas que tienen además un diagnóstico de celiaquía.

En 1979 Panksepp describe una teoría neuroquímica del autismo, proponiendo que la ruptura incompleta y la absorción excesiva de péptidos de alimentos dietéticos (por ejemplo, trigo, cebada, centeno y caseína) pueden ejercer efectos centrales opioides similares.

Presencia de metales pesados: producen doble efecto negativo, enlazan con proteínas orgánicas a las que pueden alterar produciendo reacciones inmunitarias y el efecto galvánico, se ionizan y generan una corriente eléctrica que puede llegar a ser de 300 milivoltios.

Se han detectado altos niveles de mercurio y otros metales pesados (plomo, cadmio, antimonio o aluminio –que es un tóxico más ligero-) en cabello de niños autistas. En cabello se puede concentrar el mercurio hasta 250 veces más que en sangre, por lo que es una prueba más objetiva que la sangre para su interpretación. Los síntomas de envenenamiento por mercurio son muy similares a los del autismo e incluyen conductas estereotipadas, retardo del habla, anomalías sensoriales, conductas autolesivas, anomalías gastrointestinales y deficiencias cognoscitivas. (1) (2) (3) (4)

También los síntomas de la toxicidad por aluminio son increíblemente similares a los síntomas del autismo, TDAH, Alzheimer, Parkinson y otras enfermedades neurológicas. El aluminio se enfoca en el cerebelo y sistema nervioso autónomo, área responsable de los procesos biológicos no voluntarios (respiración, presión de la sangre, equilibrio, coordinación, etc.) Cuando observamos la tabla MSDS (ficha de datos de seguridad) sobre el aluminio podemos comprobar síntomas similares en las enfermedades neurológicas como problemas de memoria, problemas de habla, afasia, demencia, depresión, debilitamiento muscular, alteraciones motoras y dificultades neurológicas. (5)

Otras exposiciones químicas: antibióticos, fármacos, disruptores endocrinos como el glifosato, plásticos (ftalatos, bisfenol A, parabenos, etc), emisiones atmosféricas, etc. (6) (7) (8) (9)

Exposiciones biológicas: disbiosis intestinal (microbiota alterada, parásitos, bacterias putrefactivas tipo Clostridium). La microbiota fecal y metaboloma de niños con autismo y trastorno generalizado del desarrollo no especificado demuestran que los niños autistas y con trastornos del desarrollo tienen un microbioma diferente al resto. Según el índice Chao y el índice de diversidad de Shannon, la diversidad microbiana más alta se encontró en los niños con autismo. Los niveles de Bifidobacterias estaban disminuidos en niños autistas. Los niveles de aminoácidos libres y los compuestos orgánicos volátiles de las muestras de heces se vieron afectados notablemente en niños con trastornos del desarrollo y, en especial, en niños con autismo. (10)

Las diferencias entre la microbiota intestinal de niños autistas y niños con trastornos del desarrollo respecto a niños sanos son una de las causas concomitantes o la consecuencia del autismo ya que se sabe que la microbiota modula el comportamiento y la fisiología anormal está asociada con trastornos del desarrollo neurológico (11). Por eso una terapia probiótica adecuada siempre es de gran ayuda en el autismo y otros trastornos del desarrollo neurológico (12).

Candidiasis intestinal: a menudo detrás de los trastornos intestinales de los niños autistas se encuentran problemas producidos por la proliferación de cándida en el intestino. Si bien la cándida es una levadura que todos tenemos en el tracto intestinal, de hecho hay más de 100 especies de la familia cándida, ante determinadas circunstancias se produce una mutación en la que pasa de su forma unicelular levaduriforme a su forma patógena micelial, especialmente la especie c. albicans. Y generan subproductos que son absorbidos en el intestino y pasan al torrente sanguíneo. Diversas enzimas de la levadura digieren el revestimiento intestinal, estas enzimas incluyen la fosfolipasa A2, catalasa, fosfatasas ácida y alcalina, coagulasa, queratinasa y la proteasa secretora de aspartato (enzima de especial importancia ya que puede destruir el recubrimiento del tracto intestinal y puede digerir los anticuerpos IgA e IgM que el cuerpo fabrica para combatir la cándida. (13) (14)

Cuando hay una proliferación intestinal por candidiasis la prueba más fiable para el diagnóstico es la determinación en orina de los metabolitos: arabinosa, arabinitol, tartarato y/o de citramalato. El problema de los coprocultivos es que no son suficientemente fiables ya que si el resultados es positivo confirma la presencia pero si es negativo no se podría descartar, puesto que si las levaduras están en la fase de hifas o colonias gran parte de las células están adheridas al revestimiento intestinal. En cuanto a los anticuerpos IgM para cándida no está claro que pudiera identificar una proliferación de levaduras en el tracto intestinal porque la mayor parte de las veces no están presentes en sangre.

Deficiencia de Biotinidasa: un error innato en el metabolismo que se encuentra en el autismo. Los errores innatos del metabolismo son enfermedades monogénicas de herencia autosómica recesiva en su mayoría (Wolf, 2007). Dentro de ellos tenemos la deficiencia o ausencia de biotinidasa, conocida también anteriormente como deficiencia múltiple de carboxilasa de comienzo tardío. La causa es un defecto en la absorción o el transporte de la biotina (vitamina B8), que normalmente se produce por una alteración de la biotinidasa o de la holocarboxilasa sintetasa. Esta deficiencia se presenta entre la primera semana y los dos años y puede producir retraso en el desarrollo, disfunción en la inmunoregulación, infecciones por hongos, degeneración cerebelar, mielinización defectuosa…(15) (16)

Leaky Gut Syndrome (Síndrome del Intestino Permeable), consiste en un aumento de la permeabilidad de la mucosa intestinal  a macromoléculas, antígenos y toxinas luminales, lo que permite la entrada de todo tipo de tóxicos (alimentarios, químicos farmacológicos, etc) y toxinas (tóxicos intestinales de origen bacteriano) alcancen el torrente sanguíneo. (17) (18) (19) (20).

Alteraciones de aminoácidos y neurotransmisores: los pacientes autistas o con síndrome de Asperger suelen tener el ácido glutámico (neurotransmisor excitatorio) elevado y bajo nivel de glutamina en plasma. La relación entre el ácido glutámico y el autismo es interesante ya que el glutamato es una excitotoxina con capacidad de dañar las células nerviosas. Se debe evitar el consumo alimentario de todos los glutamatos en la dieta (E621-E-625), siendo el más tóxico el glutamato monosódico (E621). Se ha encontrado que la descarboxilasa de ácido glutámico, que convierte el ácido glutámico en GABA (ácido gammaaminobutírico, neurotransmisor inhibidor) está baja en los cerebros de las personas autistas. Esta enzima es dependiente del Piridoxina -vitamina B6- por lo que el aporte de esta vitamina puede reducir síntomas excitatorios al disminuir los niveles de glutamato. (21)

-Inmunodeficiencias y alteraciones inmunitarias: los niños autistas tienen una alta incidencia de anormalidades en los diferentes tipos de anticuerpos: IgG, IgA e IgM, bajo recuento de CD4 y de células Natural Killer (NK), deficiencia del Complemento C4b, de Mieloperoxidasa, sin embargo las concentraciones de IL-12 e Interferón gamma son mucho más altas en niños autistas que en niños que no lo son. (22) (23)

Algunos autores atribuyen a esta causa la principal razón del desarrollo autista. Gran parte de los niños diagnosticados de autismo presentan un historial de infecciones recurrentes de otitis y problemas respiratorios tratados con numerosos antibióticos que producen una gran alteración de la flora bacteriana y en todo el ecosistema intestinal.

Esto favorece el desarrollo de hongos intestinales, permeabilidad del intestino, desarrollo de bacterias putrefactivas del género Clostridium, intolerancias alimentarias, etc. Se sabe que la falta de microflora es determinante y que además hay inflamación (intestinal y cerebral), que el sistema inmunitario  está muy afectado y que hay un síndrome inflamatorio cerebral  (encefalitis, neuroinflamación) provocado por virus, agravado por mercurio en muchos casos  y por procesos autoinmunes. Y esto ocurre porque hay dos barreras fisiológicas alteradas: la barrera intestinal permeable (leaky gut) y la barrera hematoencefálica (BHE) afectada (leaky brain).

En la población de niños con autismo, existe una mayor tendencia a presentar errores metabólicos que impiden degradar algunas moléculas y presentan mayor permeabilidad en las barrera intestinal y hematoencefálica, por lo que algunos péptidos llegarían a sitios del cerebro que se relacionan con el desarrollo del lenguaje, la comunicación, las relaciones sociales y la modulación de sensaciones y percepciones (lóbulos frontales, temporales, parietales), alterando el funcionamiento de todos los procesos implicados en la cognición y la comunicación.

Péptidos procedentes del gluten y de la caseína reaccionan en los receptores opiáceos del cerebro imitando los efectos de las drogas opioides como la heroína y la morfina. Se ha demostrado que los péptidos provocan reacciones en áreas del cerebro como los lóbulos temporales que participan en las áreas oral y expresiva. (24) (25) (26) (27)

El Dr. Reichelt en Noruega, el Dr. Cade en la Universidad de Florida y otros investigadores descubrieron que las muestras de orina de pacientes que padecen de autismo, trastornos del desarrollo, enfermedad celiaca y esquizofrenia contenían altas cantidades del péptido caseomorfina. Cuando el gluten y la caseína llegan al cerebro pueden fijarse a los receptores opioides y alterar la comunicación de los neurotransmisores.  Esto fue descubierto por el Dr. Karl Reichelt, los péptidos opioides producen como resultado el desarrollo de diversas enfermedades neurológicas y trastornos de la conducta. (28) (29)

Se ha demostrado que la caseomorfina y gluteomorfina reaccionan con áreas del cerebro como los lóbulos temporales, los cuales están involucrados en la integración del habla y la audición. Medicamentos como la Naltrexona que bloquean los efectos de las drogas opiáceas disminuye los síntomas del autismo.

Con una dieta de exclusión de estas proteínas se han reportado cambios en el comportamiento, mejoría significativa y regresión de algunos síntomas en niños autistas, algunos desde los primeros meses y otros al cabo de uno o dos años.

En la gráfica inferior podemos ver la respuesta de distintos niños autistas a las distintas dietas restrictivas: dieta anticándida, dieta Feingold, dieta libre de gluten y caseína, dieta baja en carbohidratos o dieta con carbohidratos específicos. El estudio fue realizado por Autisme Research Institute en el año 2009.

Por otro lado está el controvertido asunto de la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) y su relación con el autismo. Andrew J. Wakefield, ex-cirujano e investigador británico, publicó en 1988 un artículo en la prestigiosa revista The Lancet en el que relacionaba el autismo con la vacuna triple vírica asociando al Tiromersal (conservante de la vacuna compuesto por mercurio en un 50%) los daños que esta producía sobre el cerebro del niño autista.

Desde entonces se han hecho distintos estudios que han desmentido este hecho, tanto es así que The Lancet retiró definitivamente el artículo. Sin embargo siguen siendo numerosas las madres y padres que hablan de cambios en el comportamiento y la expresión de su hijo a partir de ponerle esta vacuna por lo que la controversia entre los afectados sigue viva. Para los sectores oficiales no hay debate y consideran aquella publicación como un fraude científico pero muchos afectados asocian la vacuna como desencadenante de los cambios en el comportamiento de sus hijos en los días posteriores a la vacunación.

En la actualidad varios protocolos biomédicos están funcionando con bastante éxito. Son los protocolos YASKO, OWENS, CUTLER, TAMARO, KURTZ, etc… Todos ellos aportan ideas y soluciones complementarias muy importantes a tener en cuenta.

Todos ellos comparten esencialmente las mismas  teorías:

– El intestino y la microflora están verdaderamente afectados.

– Hay una dificultad en desintoxicar la ingente cantidad de tóxicos que llegan  a las células de estos niños.

– El Sistema Inmunitario está gravemente alterado.

– El cerebro está inflamado a causa de virus atenuados o virus lentos, bacterias u otros mecanismos autoinmunes.

-La importancia de la barrera intestinal y hematoencefálica.

 

Plan de tratamiento biológico del autismo

Dieta libre de gluten, caseína, colorantes, aditivos tóxicos, glutamato monosódico (E-621), Tartrazina –E-102-, evitar azúcar y edulcorantes químicos (aspartamo, sacarina, acesulfame K, ciclamato, sucralosa), evitar alimentos a los que exista alergia o intolerancia alimentaria. En la medida de lo posible hacer una alimentación ecológica y adaptada a cada caso.

La dieta debe proteger la mucosa intestinal y no agredirla más evitando aportar más tóxicos al organismo. Debe servir como verdadera fuente de nutrición celular y neurológica, mejorar el estado de la mucosa intestinal, desarrollar una microbiota intestinal saludable y mejorar el sistema inmunitario ayudando así a la recuperación de la barrera hematoencefálica.

Se recomienda realizar análisis de laboratorio que ayuden a entender los problemas de fondo de cada niño: test de metabolitos en orina para determinar presencia de cándida o bacterias patógenas, péptidos en orina, anormalidades metabólicas, alteraciones mitocondriales, presencia de metales pesados, medición de ácidos orgánicos, ácidos grasos en membrana de eritrocitos, perfil de metabolitos de neurotransmiosores, aminoacidograma, test de intolerancia alimentaria, perfil linfocitario, serologías, etc. Y en base a los resultados adaptar el tratamiento específico y personalizado para cada caso.

Probablemente haya quien diga que estas pruebas no tienen suficiente evidencia científica y es probable que nunca la tengan ya que la información que aportarían las mismas requerirían un tratamiento no farmacológico y por tanto no patentable y como consecuencia no rentable economicamente, esto hace que quizás nunca se estudie lo suficiente, o quizás sí. De todas formas aportaremos algunos datos históricos que invitan a la reflexión:

-La Cruz Roja rehusó actuar en favor de los judíos en los campos de concentración alemanes en la II Guerra Mundial a pesar de los numerosos reportes de genocidio porque la evidencia era incompleta.

-Pasaron 50 años desde la primera investigación que relacionaba el tabaco con el cáncer de pulmón para que se prohibiera el uso del tabaco en menores. Y muchos más hasta que los estados tomaron medidas de protección al resto de ciudadanos.

-Pasaron 25 años desde que se descubrió que el ácido fólico prevenía un defecto congénito llamado espina bífida hasta que se comenzó a dar ácido fólico a todas las mujeres embarazadas.

Quizás merezca la pena explorar otros caminos que permitan corregir las alteraciones metabólicas, bioquímicas y enzimáticas relacionadas con este trastorno, sólo así se puede abrir una vía de luz y esperanza en la salud y desarrollo de estos niños a los que la medicina oficial aporta pocas soluciones, apenas un dopaje con análogos de anfetaminas como el Metilfenidato (comercializado como Rubifen, Medikinet o Concerta en España), un potente inhibidor de la recaptación de dopamina y noradrenalina, es decir, una especie de cocaína pedriática para los casos déficit de atención con o sin hiperactividad; y antidepresivos, antipsicóticos, benzodiacepinas, etc, para otros casos que desde luego no son la respuesta para un trastorno que es multifactorial y multisecuencial y que sólo con un estudio detallado podrá llegar a explicarse y a entenderse.

 

REFERENCIAS:

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