ALIMENTACIÓN MODERNA: EL ASESINO INVERSO

La emergencia a nivel mundial de epidemias de obesidad, diabetes mellitus, hipertensión arterial y dislipidemias, entre otras enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición, obliga a preguntarse: ¿cuáles son las razones que subyacen a este fenómeno?

Nuestra forma de comer ha cambiado más en los últimos 50 años que en los 10.000 años anteriores. Mientras que la alimentación de nuestros abuelos era muy similar a la de nuestros bisabuelos y ésta a la de nuestros tatarabuelos y así hasta la época de Jesucristo y miles de años anteriores, la era moderna revoluciona la forma de generar, manipular y procesar esos alimentos provocando cambios en los hábitos culinarios que quizás justifiquen las vergonzosas cifras del cáncer y numerosas enfermedades crónicas de nuestra sociedad.

Existen 5 momentos determinantes en la historia de la humanidad en relación con la alimentación:

  1. Descubrimiento del fuego (hace 400 millones años). Supuso una revolución puesto que permitió el calentamiento y elaboración de los alimentos permitiendo comer algunos alimentos que hasta entonces eran difíciles de masticar o digerir, anteriormente sólo se habían consumido alimentos en estado crudo.
  2. Desarrollo de la agricultura, hace unos 10.000 años. Permitió el asentamiento de los seres humanos y la obtención del alimento a partir de la siembra de los cultivos. El desarrollo de la agricultura trajo consigo el desarrollo de la ganadería y con ello la facilidad de consumir proteínas de origen animal.
  3. La Revolución Industrial, que se inicia en la segunda mitad del siglo XVIII y concluye en la primera mitad del siglo XIX. Por primera vez en la historia de la humanidad comienza a descascarillarse los granos y poder refinar determinados alimentos, algo que ha tenido consecuencias nefastas en nuestra sociedad. Hasta entonces el grano contenía el germen, la cáscara y el endospermo. La revolución industrial modificó más producción y la tecnología de alimentos e hizo accesibles al consumo otros más baratos. Con ello se intensificó la discordancia evolutiva, que están en el centro de la epidemiología emergente de enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición. Estos cambios han afectado negativamente los siguientes indicadores de la dieta: a) la carga glucémica; b) la composición de ácidos grasos; c) la composición de macronutrimentos; d) la densidad de micronutrimentos; e) el balance ácido-base; f) la razón sodio/potasio; y g) el contenido de fibra.
  4. La IIª Guerra Mundial (1939-1945), a partir de este momento y debido a la escasez por primera vez se comienza a extraer el aceites en caliente (a temperaturas entorno a los 200ºC), multiplicando el rendimiento, pero deteriorando la calidad nutricional de los mismos, hasta convertir esos aceites refinados en un producto tóxico. Durante la II Guerra Mundial, los noruegos debieron renunciara los aceites refinados y aumentaronen un 50% el aporte de ácidos omega 3 por medio del consumo de pescados de mar. Esto coincidió con un descenso del 40% en enfermedades cardiovasculares, esquizofrenia y cáncer. Durante ese período y a causa de la escasez de carne, huevos y lácteos, en el continente europeo disminuyó el índice de muertes por enfermedad coronaria. Acabada la guerra y normalizado el consumo de estos alimentos, las muertes por enfermedad coronaria volvieron a los índices de preguerra.
  5. Momento actual: globalización y revolución agroquímica. La salud deberá enfrentar por mucho tiempo los efectos de los venenos agroquímicos sobre el ambiente y los animales que formamos parte de él. Laindustria de los productos químicosusados en la agricultura facturó en España 1.100 millones de euros en 2016. No hay país en Europa que los haya consumido más en los últimos años: un promedio de 73.000 toneladas anuales para el periodo 2011-2015. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año se producen 25 millones de intoxicaciones por venenos agroquímicos en el mundo, y alrededor de 20.000 muertes provocadas por ellas, calculándose que el 99% ocurren en las naciones “en desarrollo”. El fin de su uso es obtener mayor rendimiento de los cultivos, el perjudicado como siempre es el consumidor.

Todo esto ha modificado la dieta sin que ocurran cambios paralelos de la estructura genética, fenómeno conocido como discordancia evolutiva.

En la vida actual podemos encontrar en un supermercado moderno una media de unos 40.000 productos diferentes. Las estaciones no existen en los supermercados y podemos obtener cualquier fruta u hortaliza de cualquier país del mundo en cualquier fecha del calendario. Las frutas se cosechan verdes y se maduran en cámaras frigoríficas con gas etileno, esa es la causa de que los tomates, como muchas frutas, apenas tengan sabor.

Las carnes vienen envueltas en bandejas de plástico en las que han desaparecido los huesos y proceden de fábricas, con grandes líneas de ensamblaje, en las que los animales han recibido un trato poco saludable tanto a nivel alimentario como a nivel químico.

El animal se cría en masa, saturaciones y aglomeraciones hacen que se necesiten grandes cantidades de antibióticos por la elevada concentración de animales y estos se acumulan en los tejidos de las carnes que consumimos favoreciendo la resistencia a los antibióticos, grave problema en la actualidad.

La industria ha cambiado la forma en la que se crían los pollos o los cerdos o cualquier animal cuya carne sea consumible a gran escala. Los pollos en la mitad de tiempo son el doble de grandes que antes, antiguamente un pollo necesitaba 3 meses de vida para ser consumido y actualmente en 49 días está apto para el consumo, todos de la misma forma y tamaño, fotocopias alimentarias para un público que no se plantea el origen del alimento.

Los grandes grupos corporativos se adueñan de toda la cadena alimentaria desde las semillas hasta la distribución del alimento, que se convierte en un objeto de rentabilidad y beneficio. El consumidor desconoce la procedencia y elaboración de lo que ingiere, el trayecto que va desde la semilla hasta el envase de plástico y las consecuencias medioambientales que la distribución genera.

Cuando recorremos los pasillos de un supermercado y vemos una gran variedad de opciones en realidad no es tal, hay una ilusión de diversidad, pero sólo unas pocas compañías y unos pocos cultivos abastecen el mercado y están detrás de esa gran variedad de envases que vemos a nuestro alcance.

Las normativas gubernamentales no siempre satisfacen las necesidades de protección de los ciudadanos, a menudo se protege más a la industria que al consumidor. El peso de los lobbies y la presión de las multinacionales alimentarias condiciona las decisiones políticas que se toman desde los despachos mientras el consumidor deposita su fe en los organismos reguladores y cree tener una falsa sensación de protección que no existe.

En nuestra dieta diaria encontramos grasas trans, aditivos químicos sospechosos de ser cancerígenos (o que al menos no han demostrado su inocuidad), presencia de pesticidas y plaguicidas, metales pesados como el mercurio, residuos de medicamentos como antibióticos, ansiolíticos, etc. Y todo con el beneplácito institucional.

Se ha empujado al sistema alimenticio hacia las malas calorías; la comida basura es más rápida, cómoda y barata que la alimentación saludable. Las personas piensan que por el hecho de que un alimento sea legalmente comercializado necesariamente no debe ser tóxico y esto desgraciadamente no es así.

La diabetes infantil está alcanzado dimensiones epidémicas, de la misma forma que la obesidad infantil. Según el estudio Aladino (Estudio de Vigilancia del Crecimiento, Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España, 2011) realizado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, el 44,5% de los niños y niñas españoles entre 6 y 9 años son obesos o tienen sobrepeso, según los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas cifras alertan de los graves problemas de salud y pérdida de la calidad de vida que pueden tener los niños cuando sean adultos, y del gran aumento de los costes sanitarios y de salud pública que tendrán que afrontar las administraciones sanitarias en los próximos años. Estamos hablando de niños en edades que sólo comen lo que sus padres les ponen en el plato o les permiten comer, lo cual habla de la gran ignorancia y/o irresponsabilidad por parte de los padres en la alimentación de sus hijos.

El consumidor, con su compra responsable, puede cambiar el sistema. Pero para ello es necesario una formación y una información nutricional que supere las barreras publicitarias y el marketing de la industria cuyos intereses económicos repercuten negativamente en su salud. Tres veces al día (desayuno, comida y cena) cada consumidor está emitiendo un voto para cambiar o mantener el sistema. Cada bocado que usted da puede cambiar el mundo y su salud.

Por ello se pueden dar algunas recomendaciones básicas:

-Compre alimentos procedentes de la tierra y no procesados.

-Compre alimentos locales.

-Compre alimentos de compañías que respeten el medio ambiente así como a las materias primas.

-En la medida de lo posible compre alimentos de temporada y si se lo puede permitir de origen orgánico.

-Haga la compra en el mercado y no en el supermercado.

-Deseche todos aquellos envases que contengan componentes cuyo significado desconoce.

-Eduque a sus hijos en una alimentación saludable con fines nutricionales y no les premie con comestibles en base a su sabor.

-Evite la comida prefabricada y la “comida basura”. Su intestino no es un cubo de residuos.

-Elabore usted mismo sus alimentos de forma tradicional y no abuse de azúcares, sal, grasas trans, etc. La comodidad tiene un precio y éste se paga siempre con salud.

La alimentación es actualmente el mayor asesino de nuestra sociedad. Antiguamente el asesino elegía a su víctima pero hoy en día es la víctima la que elige a su asesino en los largos pasillos del supermercado, se trata de un asesino inverso. Dependiendo de lo que uno come se podría decir de qué puede enfermar y de qué puede morir. Nuestros alimentos, por su adulteración, manipulación y procesamiento, han pasado de ser un elemento básico para la vida a convertirse en la mayor amenaza para la enfermedad.

Si hace una alimentación coherente, adaptada a nuestro diseño biológico, repercutirá en su salud y bienestar así como en la salud del medioambiente. Nuestra forma de comer puede mejorar la salud del planeta, aunque al hacerlo no sea consciente de ello, y la suya. Recuperemos el precepto hipocrático que decía: “Haga del alimento su medicina y que su única medicina sea su alimento”.