MENOPAUSIA, UNA ETAPA MÁS EN LA VIDA DE LA MUJER

Se define la menopausia como el fin de la menstruación por cese de la función ovárica. La definición va implícita en el término: “menopausia” deriva del griego “mens” y “pausis”, que significa cese mensual. Este cese implica para la mujer pasar de un estado reproductivo a un estado de infertilidad.

Se trata, por tanto, no de una patología, sino de una etapa fisiológica en la vida de una mujer. Sin embargo, pese a no tratarse de un estado patológico alrededor de un 80% de las mujeres experimentan algunos cambios. Estos cambios pueden vivirse con mayor o menor intensidad dependiendo de los hábitos de vida y otros factores de tipo social o cultural.

La medicina oficial a la vista de los tratamientos que propone para este periodo entiende que la menopausia es un periodo con un importante estado carencial de hormonas, que compensan mediante la sustitución de estrógenos y progesterona, hormonas que los ovarios envejecidos no segregan en suficientes cantidades.

El resultado es la Terapia Hormonal Sustitutiva (TSH), que se halla disponible en una amplia gama de fármacos. Estos fármacos son administrados con cierta facilidad, aunque existe cierta controversia acerca de su conveniencia, ya que en numerosas ocasiones los efectos secundarios que presentan son más graves que los síntomas que pretenden combatir. Se relacionan con un aumento del riesgo de contraer cáncer de útero y de mama.

En general, la menopausia suele presentarse entre los 45 y los 55 años, y en España, según datos recientes, la edad media oscila los 48 años. Pero anteriormente ya comienzan las primeras alteraciones con la premenopausia, donde se produce un decrecimiento gradual de la función ovárica con descenso de progesterona y mantenimiento de los niveles de estrógenos, y esto ya puede empezar a producirse a partir de los 35-40 años, asociado a desórdenes de tipo físico, emocional y mental. De cómo nos cuidemos en esta etapa puede depender el cómo vivamos los años siguientes, es decir, los años de la menopausia.

Los primeros síntomas se aprecian en los primeros cambios en el ciclo menstrual, con diferencias en cómo se expresan estos cambios de unas mujeres a otras. Los ciclos y periodos menstruales se vuelven más cortos o más prolongados, y el sangrado es más ligero o más abundante. En ocasiones transcurren meses entre cada regla seguidos de varios ciclos de 2 o 3 semanas. Así hasta que la menstruación cesa por completo.

Sólo tras haber transcurrido un año desde esta última regla, podemos confirmar que la mujer tuvo su menopausia. Al cabo de un año sin menstruación la menopausia se considera total y la mujer entra en la etapa postmenopáusica, que en la actualidad representa un tercio de la expectativa de vida.

Las mujeres en edad menopáusica, es decir, por encima de 50 años, en nuestro país a comienzos del siglo pasado estaba sobre los 1,8 millones, y la esperanza de vida por entonces rondaba los 55 años. En los inicios del s. XXI la cifra de mujeres que superaban los 50 años se sitúa en torno a los 7,5 millones, y la esperanza de vida se sitúa en los 81 años, lo que significa, que en tan sólo un siglo, el tiempo que una mujer vivirá después de la menopausia ha pasado de 5 años a 30, más de un tercio de su vida. Se calcula que en el año 2.010 una de cada cuatro mujeres españolas tendrá más de 60 años.

Se dice que la edad de la menarquia (primera menstruación), la estatura y la raza no influyen en la edad de la menopausia. Sin embargo la desnutrición y el vegetarianismo, la delgadez, la altura, se relacionan con una menopausia más temprana. Las fumadoras, incluso las exfumadoras, con frecuencia tienen la menopausia a una edad más temprana que las que nunca han fumado.

Mención especial merecen los xenoestrógenos. Éstas son sustancias químicas, ajenas a la biología humana, con una estructura molecular muy parecida a los estrógenos y pueden unirse a los receptores hormonales de éstos obstruyendo la respuesta hormonal natural y destruyendo los mensajes hormonales. Se encuentran en: pesticidas, plásticos, compuestos industriales y drogas farmacéuticas.

Los Xenoestrógenos interfieren en nuestra habilidad innata para adaptarnos al medio ambiente, afectando negativamente al eje neurológico-endocrino-inmunitario. Suelen ser productos liposolubles y provienen del petróleo. Así pues, una vez estos químicos entran en nuestro organismo a través de la ingesta de alimentos que los contengan quedan depositados en nuestra grasa, convirtiéndonos en candidatos a sufrir serios desequilibrios hormonales.

Los estrógenos en la menopausia son deficitarios y se relacionan con:

La salud ósea: contribuyendo al mantenimiento de la masa ósea y a la salud del hueso.

Arterias: en la relajación de las paredes arteriales y así aumentar el aporte sanguíneo a los tejidos, contribuyen a mantener las arterias limpias de placas de ateromas.

A nivel urinario: en el mantenimiento de la tensión de la uretra y la vejiga con el objetivo de establecer una frecuencia urinaria regular y normal.

A nivel genital: influyendo en la vulva y vagina para mantener la humedad y la integridad de la mucosa vulvovaginal, la elasticidad de las paredes vaginales y la resistencia a los procesos inflamatorios. La disminución de estrógenos también favorece la contracción y estrechamiento de la vagina, así como la pérdida de elasticidad y humedad natural.

Piel: son uno de los factores responsables del mantenimiento del colágeno, dando tersura y elasticidad a la piel.

Perfil lipídico: Los estrógenos contribuyen para bajar el colesterol total, disminuir el LDL (colesterol malo), y aumentar el HDL (colesterol bueno).

Los síntomas que este nuevo orden hormonal pueden producir en la mujer son:
-Sequedad vaginal, alteraciones del sueño, cambios en el estado de ánimo, trastornos cardiovasculares, cambios genitourinarios, cambios en la piel, disminución del tono muscular, flacidez generalizada, dolores de cabeza, gases, cansancio, hipertensión, problemas de circulación periférica, disnea, disminución del rendimiento intelectual, concentración, baja autoestima, sofocos, etc.

Los sofocos son la manifestación más común en este periodo, afectando a un 70-80% de mujeres en esta situación. Tienen lugar por una inestabilidad vasomotora y pueden durar desde algunos meses hasta cerca de 5 años, tiempo, en el que por lo menos la mitad de ellas, dejan de sufrirlos. Sin embargo, en algunas excepciones pueden persistir por un tiempo más prolongado, de hasta 15 o 20 años. La sudoración suele acompañar a los sofocos, aunque en ocasiones puede presentarse aislada. Puede variar desde una sudoración localizada, en las palmas de las manos o en la frente en los casos más leves, hasta generalizarse por todo el cuerpo, llegando a mojar y a empapar toda la ropa, en los casos más severos.

Los cambios en la concentración sanguínea de estrógenos y progestágenos, incluso los que ocurren ya en la premenopausia, pueden alterar la frecuencia y la intensidad de las jaquecas. Aquellas mujeres que presentaban jaqueca sólo en el periodo menstrual suelen presentar un empeoramiento de este síntoma tras la menopausia.

Las mujeres en el climaterio suelen aumentar de peso y ganar cerca de un 10% de su peso anterior a la premenopausia, sin que esto se deba a ninguna alteración en el patrón alimentario o en la actividad física. Por otro lado, la grasa corporal adquiere una nueva distribución. La grasa que antes solía depositarse en los muslos, cadera y senos, en una distribución más periférica típicamente femenina, ahora con la deficiencia estrogénica, se deposita preferentemente en la cintura y abdomen.
La depresión está presente en un 30% de los casos, asociada o no a ansiedad, la cual se manifiesta con inseguridad, miedo, angustia, tristeza, aprehensión o preocupación exagerada por uno mismo.

Ante toda esta miscelánea de cambios la mujer puede sentirse confundida acerca de lo que está viviendo y no se reconoce emocionalmente en la “nueva” persona que es, ya que siente y se expresa de manera diferente.

Sin embargo hay mujeres que no sufren los síntomas propios de la menopausia, generalmente estas mujeres hablan de su menopausia como una liberación, una segunda juventud, una posibilidad de poder vivir una sexualidad sin riesgos o de no volver a ser molestadas por sus ciclos menstruales.

Para afrontar este periodo de la vida toda mujer debería seguir unas pautas de vida que le ayudaran a combatir las alteraciones hormonales. Tabaco, alcohol, bebidas estimulantes y azúcar son las sustancias que mayores efectos van a producir en los sofocos. Sin embargo, el consumo de cereales integrales, frutas, verduras y hortalizas, los alimentos ricos en vitamina E, crucíferas, las algas, té verde, ácidos grasos de calidad, así como las semillas crudas de sésamo, girasol y calabaza nos podrían ayudar a vivir esta etapa con una mejor predisposición orgánica.

La naturaleza, a través de las plantas, nos ofrece principios activos que se comportan como moduladores hormonales. Plantas como la Dioscorea villosa, Cimicífuga racemosa, Angelica sinensis, Lepidium meyenii, Glycyrrhiza Glabra, Vitex agnus castus, etc, pueden estimular la secreción estrogénica.

La vitamina E en forma de d-alfa-tocoferol, la vitamina C, el complejo B, actuarán sobre el sistema nervioso y ayudarán en los sofocos; mientras que minerales como el calcio, magnesio, boro, silicio, etc, son fundamentales para la salud del tejido óseo. Cada mujer necesitaría una suplementación personalizada con dosificaciones óptimas en cada caso, el estudio pormenorizado de cada persona nos podría conducir a un tratamiento específico e individualizado que nos acerque a hacer de esta etapa un trayecto de armonía y bienestar.