ALERGIAS. LA “FIEBRE DEL HENO” SEGÚN LA M.T.C.

La alergia es una reacción exagerada del organismo cuando se expone a determinadas sustancias provenientes del medio ambiente que pueden llegar a nosotros a través de las vías respiratorias y actuar por contacto en piel y/o mucosas. Estos elementos que desencadenan estas reacciones alérgicas se denominan alergenos. Nuestro sistema inmune produce anticuerpos que le defienden de los ataques de estas sustancias alergénicas, desencadenando una serie de síntomas que llamamos alérgicos.

Las alergias forman parte de las llamadas reacciones de hipersensibilidad y globalmente se consideran respuestas desproporcionadas del sistema inmune ante un determinado antígeno, sustancia o estímulo. De esta forma, cuando un anticuerpo en un individuo alérgico reacciona contra un alergeno inofensivo se desencadena una respuesta que será una guerra armada entre nuestro sistema inmunológico y sus rigurosos mecanismos bioquímicos de defensa y el agente externo cuyo desenlace dará como resultado la sintomatología propia de la alergia y los síntomas van a depender de qué sistema se ponga en funcionamiento: aparato circulatorio, piel, ojos, nariz, pulmones… produciendo así asma, estornudos, lagrimeo, afecciones cutáneas, etc, cuando no peligrosas reacciones o daños de los órganos internos.

El nombre de “fiebre del heno” procede de 1819, cuando el doctor John Bostok observó la existencia de una afección de ojos y nariz que únicamente aparecía durante el verano. Bostok estaba realizando una descripción clínica de su propio caso, y sólo se encontraron 28 pacientes en toda Inglaterra que presentaran sus mismos síntomas. Dado que se pensó que el heno era la causa, y la fiebre su consecuencia, el proceso fue denominado erróneamente «fiebre del heno». Aunque la alergia primaveral ni da fiebre ni la produce el heno, el término ha sobrevivido hasta nuestro tiempo pese a que en 1873 el investigador Charles Harrison Blackley publicó que la causa de la enfermedad no era el heno, sino el polen presente en la atmósfera, que penetra en el organismo a través de las mucosas expuestas al aire: ojos, nariz y boca.

Pero ¿qué puede estar provocando tal cambio en el comportamiento del sistema inmunitario para que reaccione de manera desmedida ante sustancias inocuas?

Las causas de este incremento significativo en los países más desarrollados no están totalmente aclaradas pero los epidemiólogos apuntan algunas hipótesis entre las que destacan las vacunas y el abuso de antibióticos, aunque la tesis que se está imponiendo pretende vincular estas patologías al exceso de higiene y a la falta de infecciones lo cual haría que el sistema inmune, al no tener “enemigos”, se dedique a atacar a elementos inocuos.

Se ha demostrado que los países más ricos del mundo son también los que más alergias tienen. No hay niños alérgicos en las sociedades de países subdesarrollados africanos, por ejemplo, ya que el sistema inmune de estos niños está trabajando al máximo contra multitud de sustancias que ingieren y con las que entran en contacto por el ambiente en el que viven: aguas contaminadas, alimentos en mal estado, etc. El llamado “estilo de vida occidental” caracterizado justo por lo contrario, la esterilización y la falta de contacto con gérmenes patógenos de los niños, es un factor propicio para el desarrollo del proceso.

Como consecuencia de esto nuestro sistema inmunológico, al no tener casi contacto con gérmenes y por tanto no estar ocupado en una respuesta inmune de tipo defensivo, al entrar en contacto con el antígeno dispara la respuesta de las células beta, y estas liberan grandes cantidades de una inmunoglobulina (IgE) que a su vez se une junto a la proteína antigénica a la superficie de otras células, los mastocitos, y estos estallan.

Está demostrado que las partículas emitidas por los escapes de los motores diesel (contaminan 150 veces más que los de gasolina) sobre los pólenes hace a estos más alergénicos, es decir, más capaces de sensibilizar a un mayor número de individuos, lo cual podría justificar el que la alergia al polen sea más frecuente entre las personas de las ciudades que en aquellas que habitan en las zonas rurales, a pesar de que la presencia de alergenos es mucho mayor en estas últimas.

La Medicina Tradicional China ha explicado el Universo y el hombre a través del binomio Yin-Yang y de la “Ley de los cinco elementos”, estos son: Agua, Madera, Fuego, Tierra y Metal. Estos elementos tratan de ciclos y patrones de cambio y están relacionados entre sí. De esta manera el Agua hace crecer la Madera, la Madera es el combustible para el Fuego, el Fuego mediante sus cenizas alimenta la Tierra, la Tierra genera minerales, que dan lugar al Metal, el Metal puede ser fundido y convertido en líquido, volviendo así al elemento Agua, comienzo del ciclo.

Los médicos chinos utilizan la combinación Yin-Yang y los Cinco elementos para diagnosticar las causas de la enfermedad, pronosticar su evolución y prescribir los remedios adecuados.

Cada elemento está asociado con una parte de nuestro cuerpo, con una emoción, con un sabor, un color, etc. La “fiebre del heno” se da en primavera que está relacionada con el elemento Madera y ésta a su vez, con el viento y el movimiento, el sabor agrio, el color verde, la cólera o la ira como emoción, el hígado (como órgano Yin) y la vesícula biliar (como órgano Yang), además con los ojos, tendones y uñas. La madera ha de ser flexible, los desajustes causan rigidez que originan agresión y violencia. La cualidad de la madera es la expansión y el crecimiento, así es la primavera donde todo crece, florece y se expande, la Naturaleza tras el repliegue invernal comienza su despliegue y se manifiesta con una nueva luz y un nuevo colorido en la expresión de la vida.

Nosotros no somos una parte aislada de esta Naturaleza y energéticamente nos vemos impregnados por este nuevo orden más Yang que nos rodea. Este Yang afecta especialmente a nuestro hígado, que es el órgano asociado a la estación, entonces en su desequilibrio, si hay un bloqueo de la energía del hígado, comienzan los problemas emocionales, la depresión, la inestabilidad del humor, y si este Yang hepático se desborda podemos estar excesivamente irritables, coléricos o agresivos y responderemos de manera exagerada y desmedida ante cualquier circunstancia.

Algo así pasa con nuestro sistema inmunológico al contacto con un alergeno en el caso de una alergia, la respuesta es exagerada e intensa, incluso ante estímulos inofensivos como un grano de polen. Pero nuestro sistema inmune no actúa de manera diferente a como lo hacemos nosotros en situación de estrés en que cualquier pequeño incidente puede hacernos reaccionar de manera desproporcionada.

La Medicina Tradicional China considera la alergia primaveral como una patología de Viento externo (Madera) ya que es este el que transporta los factores desencadenantes de la alteración orgánica, el viento expresa el concepto de algo malévolo que se introduce en el cuerpo por piel, boca o nariz. El tratamiento, por tanto, irá enfocado a hacer frente a ese viento patógeno que desencadena los síntomas alérgicos mediante la acupuntura, es decir, mediante la inserción de finas agujas de acero inoxidable sobre ciertos resonadores situados en meridianos o canales energéticos que como una extensa red se extienden por todo nuestro cuerpo y la selección de estos resonadores variará en función de la sintomatología de cada paciente, dependiendo de si este viento va unido a un cuadro de calor, de frío, de sequedad, de humedad, etc.

Los tratamientos con acupuntura deberían comenzar unos meses antes del periodo en el que se agudizan los síntomas, la fecha ideal de comienzo sería en noviembre o diciembre, para adaptar al organismo y prepararlo en su respuesta a los alergenos de la primavera. El tratamiento consistiría en una sesión semanal hasta que pasara el periodo de mayor incidencia sintomatológica, es decir, hasta terminada la primavera, en el caso de que la alergia fuera primaveral (polen de los árboles) o hasta el verano (en el caso de que se tratara del polen de las plantas).

Además la farmacopea china o la homeopatía también pueden reforzar todo tratamiento, ya que se adaptarán al síndrome y síntomas específicos que presente cada paciente.