EL CORAZÓN, UN PUNTO DE CONVERGENCIA ENTRE LA CIENCIA MODERNA Y LA MEDICINA ANCESTRAL

El corazón tiene razones que la razón no entiende (Blaise Pascal)

El corazón en cifras

Las enfermedades que afectan a la salud cardiovascular son la principal causa de muerte en los países desarrollados. Hacia el día 20 de gestación, en unas pocas horas, un pequeño acúmulo de células comienza a batir al unísono y establece el que será el ritmo de nuestra vida que resonará ya sin parar hasta el mismo momento de nuestra muerte. El corazón es el órgano encargado de bombear la sangre cargada de oxígeno y nutrientes para ser repartida por todo el organismo, ninguna célula del cuerpo queda más allá de unos pocos micrómetros de uno de los 161.000km de vasos sanguíneos del cuerpo, es decir, una dimensión circulatoria equivalente a 4 veces la vuelta al mundo a través del ecuador. Una gota de sangre tarda menos de 60 segundos en transitar este complicado y delicado sistema vivificador.

El corazón pesa entre (200 a 425 gramos) y es un poco más grande que una mano cerrada. Haciendo números, el corazón de una persona puede haber latido  más de 3.500 millones de veces y bombeado unos 300 millones de litros de sangre. Cada día, el corazón medio late 100.000 veces, bombeando aproximadamente (7.571 litros) de sangre. Impulsa unos 7 litros de sangre por minuto, o sea más de 400 litros por hora, su fuerza eléctrica es 60 veces más poderosa que la del cerebro, y su potencia magnética puede medirse a más de cinco metros, y es cinco mil veces mayor que el órgano que le sigue a continuación, el cerebro. El motor cardíaco es la fuerza electromagnética más potente del organismo.

Hace tiempo que los investigadores descubrieron que el sistema nervioso central (SNC) regula el funcionamiento del corazón. Y ya Darwin reconoció al corazón y al cerebro como los dos órganos más importantes, así como su acción y reacción mutua a través del nervio vago o neumogástrico (X Par craneal).

El otro lado del corazón

La ciencia ha demostrado que es posible registrar el electrocardiograma de una persona en el encefalograma de otra, siempre que esas dos personas estén en cercanía próxima y sobre todo si se encuentran en contacto físico. El abrazo armónico entre corazón y cerebro genera ese estado de bienestar propicio a la maravilla del amar y ser amado, o simplemente sentirse bien. Es unir la energía de la tierra con la del cielo, que diría la Medicina China.

En la Medicina Tradicional China se considera al corazón como el Emperador del organismo, la residencia del Shen, que viene a ser el conjunto de factores psicoemocionales y espirituales de la persona. El Shen es la conciencia máxima, el espíritu del emperador, al Alma, lo que nunca muere y siempre vuelve al origen, aquello que le otorga al ser humano la conciencia, el conocimiento y la palabra. Es la parte más sutil y elevada de la persona, “Conciencia Universal Creadora que se expresa en todo lo conocido”.

Dicen los textos clásicos que el Shen “se almacena en el Corazón y se revela en los ojos”. Su energía se refleja en el brillo de los ojos y su actividad influye sobre el tallo cerebral y los automatismos vitales, el sistema límbico y sus emociones, el sistema inmune y su función defensiva o la capacidad de aprendizaje y de memoria. Todo ello ha sido probado científicamente. Pero de la misma forma la coherencia de su ritmo se altera ante determinadas situaciones: la soledad, el desamor, la ansiedad, la depresión, etc, producen numerosos cambios en la coherencia cardiaca y a su vez en el resto del organismo, favoreciendo las enfermedades cardiovasculares e incluso la demencia y el Alzheimer.

En esa conexión cerebro-corazón, el corazón envía más señales al cerebro que el cerebro al corazón. Durante el estrés y en estados emocionales negativos el patrón del ritmo cardiaco se desordena. Entonces su señal sobre el cerebro inhibe la función cognitiva, lo cual limita la claridad del pensamiento, memorizar, aprender, razonar y tomar decisiones, propiciando en cambio los actos impulsivos que se toman bajo el efecto del estrés o de la agresividad. El cerebro del corazón tiene capacidad de aprendizaje, memoria y toma de decisiones de forma independiente del cortex cerebral, sede del pensamiento.

Pues bien, parece ser que para la ciencia el corazón ha dejado de ser simplemente una bomba impulsora. Cada célula es una pequeña batería que almacena su parte correspondiente de estructura física, de bioenergía, de memoria emocional y de campo de información mental. La información genética reside en el material genético del núcleo celular. La neurocardiología explica que el corazón tiene su propio cerebro de unas 50.000 neuronas, que le otorgan la capacidad de sentir y pensar de forma independiente, de procesar información y tomar decisiones desde el corazón, e incluso de mostrar un tipo de aprendizaje y de memoria. El corazón es realmente un sistema inteligente.

Cada órgano pone su nota en la melodía del organismo, pero el maestro que lleva la batuta es el corazón, es el que marca el ritmo de la orquesta, convirtiéndose así en señal de identidad de cada persona, porque no hay dos corazones que canten la misma canción con la misma voz. En el corazón sano el intervalo entre dos latidos cardiacos no dura siempre igual. Como en las notas musicales, es el silencio entre dos latidos del corazón el que marca el ritmo de su canción. Las diferencias entre sucesivos latidos producen los cambios de ritmo cardiovascular, que constituyen el preludio de repetición, la señal de identidad cardiaca.

A través de la Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca es posible monitorizar los diferentes patrones rítmicos cardiacos. Estos se corresponden con los diferentes estados emocionales y mentales del individuo. Emociones negativas como ira, frustración o ansiedad se acompañan de ritmos cardiacos desordenados que indican una escasa sincronización en el balance S.N.Simpático/Parasimpático. Emociones positivas como agradecimiento, amor o compasión, se asocian a patrones coherentes altamente ordenados. Emociones positivas mantenidas producen coherencia psicofisiológica y sincronización entre el corazón y el cerebro, que se asocian a mayor estabilidad emocional y conexión espiritual. Vivir en coherencia significa alinear el sentimiento con el pensamiento con la acción, lo que los chinos denominaban estar en Wan, que es el equilibrio entre lo que se siente, se piensa y se hace.

El Dr. Paul Pearsall es un psiconeuroinmunológo publicó entre muchos otros, un libro titulado “El código del corazón”. Allí expuso sus investigaciones sobre la transferencia de memoria del donante al receptor a través de órganos trasplantados, especialmente el corazón. La conclusión de su estudio no pudo ser más sorprendente: las células de los tejidos vivos trasplantados almacenan memoria y guardan la capacidad de recordar. Según el Dr Pearsall nuestro cerebro piensa tanto que no escuchamos la sabiduría de nuestro corazón. Decía Paul Pearsall que mientras que el cerebro piensa rápidamente y desde lo alto del cuerpo, identificando los límites, el corazón piensa lentamente y de forma conectiva, desde el centro de nuestro Ser, reconociendo los límites como ilusiones de la conciencia. Hoy sabemos por las investigaciones del Heart Math Institute que corazón y cerebro son capaces de captar y responder a la información intuitiva, pero sobre todo el corazón, que se adelanta al cerebro en esta tarea.

El corazón puede vivir sin el cerebro, pero el cerebro no puede vivir sin el corazón. Cuando somos amados recibimos un trasplante de energía y cuando amamos damos la energía de nuestro corazón. Para Candace Pert, neurólogo americano, la mente no reside en el cerebro, sino que existe en todo el cuerpo. Ambos se comunican a través de las moléculas químicas que ella ha estudiado, los péptidos de la emoción, que se encuentran igual en el cerebro que en el estómago o en el músculo. El cerebro no es la mente. Lo que llamamos mente es en realidad una manifestación del flujo de energía que existe principalmente entre el corazón y el cerebro, en continuo desarrollo, influenciada por las interacciones con el mundo exterior e interior. Tal vez, sólo tal vez, la gran incidencia de enfermedades cardiovasculares en el mundo occidental tenga mucho que ver la Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca, con el alejamiento entre hombre y el espíritu, con esa brecha abierta entre el hombre y su Esencia.